19 de abril de 2016

PRESUNTAS NORMALIDADES

Nunca me ha gustado demasiado esa palabra - ‘normalidad’-, tal vez por la connotación de adocenamiento, de algo ‘clónico’, en esencia rutinaria. Es verdad  que otra vertiente suena más alentadora, casi balsámica, sobre todo cuando se ha vivido un tramo especialmente duro y se desea, de forma prioritaria, vivir con tranquilidad, cierta seguridad, por ilusorio que sea a veces el concepto.

De unos años a esta parte, por gusto por el lenguaje y por circunstancias varias, cuando asisto al chorreante flujo de noticias sobre abusos de poder e indignidades, a mentiras sin recato o corrupciones con respuestas casi impávidas por parte de personas de lo más ‘normal’ en apariencia, me planteo algunos usos de vocablos, y de qué manera.
Si atendemos a un significado cívico, hay valores deseables para la ‘normalidad’ social como el respeto, la empatía o generosidad con los demás, desde la supuesta plataforma de tratar de estar medianamente bien con uno mismo. Pero, claro, mientras tanto hay situaciones en las que muchísimas personas no pueden esgrimir voces ni legítimas defensas entre las junglas de asfalto donde competir unos con otros, no mostrar ‘debilidades’ e ‘ir tirando’ en ese caldo de cultivo donde apenas se repara en la empatía hacia lo ajeno.  Lo ‘distinto’, en un sentido despectivo, se sitúa casi siempre en circunstancias  de pobreza o  especial indefensión. Si    además se da un problema, algún trastorno de salud mental, la vulnerabilidad está servida doblemente. Mientras tanto, algunas líneas estrategas de   profesionales – por suerte, hay legión que no- con poder de difusión tienen un ‘cajón de sastre’  fácil en donde   abocar las cosas que no pueden entenderse, porque huelen a crueldad o a lo sencillamente inexplicable.
 Por suerte, se va hablando abiertamente de  salud mental  como un bien deseable para todos; tal vez sería recomendable que pudiese haber diagnósticos relacionados con  la estrechez de miras, los abusos de poder, la  intolerancia o el cinismo, que sí pueden/suelen hacer daño y mucho. Se va comprobando, de otra parte, la muy estrecha relación entre salud mental y emocional, la educación en herramientas necesarias en ese sentido, pues los datos ya están -más que nunca- al alcance de cualquiera.

Nosotros reivindicamos el cuidado emocional y algo que quizá parezca cursi u obsoleto, pero que hace mucha falta: ejercer como  se pueda la bondad, las actitudes solidarias, por disfraces ‘anormales’ o dispares con que a veces se revistan.

Ana Herrero

1 comentario:

  1. L'article em sembla genial. Jo no em sé explicar tan clar ni tan bé, però corroboro tot el que dius i si tots actuessim amb més empatia, bondat, solidaritat, mirant de no ofendre, viuriem molt més feliços.
    Si tenim aquesta actitud o procurem tenir-la i encomanar-la, les relacions humanes poden millorar molt. Intentem-ho!.

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